Tal vez te has encontrado diciendo esta frase muchas veces: “Yo soy así porque mi madre…” “Soy así porque cuando niño…” “Soy así porque no me crié con mi familia…” Soy así porque mi padre…” En definitiva, soy así porque algo me sucedió, porque mi padre me trató de tal manera, o porque mi madre hizo tal cosa, o porque me crié solo, o porque mis hermanos, o porque no tuve, o porque tuve que, o porque…
Muchas veces podemos encontrarnos con este discurso en nuestra vida, pensando que aspectos actuales de nuestra vida, como sentimientos negativos (soy irascible, impaciente, distante, pesimista, depresivos…), o actitudes que no nos gustan de nosotros, o conductas (violencia, sarcasmo, desorganización, descuido personal, etc.) son responsabilidad de algo que nos pasó, o alguien que influyó en nuestra vida de determinada manera, usualmente cuando éramos niños.
Bajo este razonamiento, terminamos no siendo responsables de nuestros propios sentimientos, actitudes o conductas –especialmente las que no nos gustan de nosotros mismos- y podemos pasar nuestra vida pensando que el control de la misma está en algo exterior a nosotros, podemos habernos quedado en el pasado, como cuando éramos niños indefensos e inmaduros y vivimos estas situaciones o recibimos estas influencias, o nos faltaron determinadas cosas que las personas en general consideran necesarias para crecer feliz y saludable.
Es verdad que las personas podemos haber vivido de niños situaciones muy difíciles y delicadas, podemos haber sufrido de abuso por parte de los demás o de las personas que se suponen debían cuidarnos, nos puede haber faltado alguna persona significativa en nuestra vida, podemos haber carecido de cosas fundamentales para crecer sanamente, podemos haber sufrido mucho, soledad, abandono, tristeza, violencia…, como niños, podemos haber sido víctimas.
Definitivamente, muchos de esos sucesos han influido en nuestra vida, pero ya no somos los niños indefensos, somos adultos, y como tales, debemos tomar una decisión en nuestra vida: dejar de ser víctimas, asumir en nuestra adultez la responsabilidad de nuestra vida, pedir ayuda si no podemos solos procesar nuestro pasado y tomar control de nuestra vida. Porque el problema principal de pensar que el control de nuestra realidad actual está fuera de nosotros, es que pensamos entonces que no podemos hacer nada al respecto y continuamos, como en un círculo vicioso con nuestra situación de infelicidad, afectándonos a nosotros mismos y a los que nos rodean.
Si a ti te sucede algo de esto, si reconoces muchas veces este discurso en ti, es hora de hacer un alto y asumir que hoy eres adulto, que puedes procesar las cosas pasadas de manera distinta, que puedes pedir ayuda si esto te supera. Estás a tiempo de comenzar a vivir la vida más plenamente, estas a tiempo de dejar de ser víctima y de tomar el control.
Recuerda que es de inteligentes pedir ayuda cuando uno no sabe qué hacer, y que las personas tenemos dentro un inmenso potencial de crecimiento, que nos puede llevar desde donde estamos a lugares que nunca imaginamos.