El matrimonio es uno de los misterios más maravillosos, ¿Cómo lograr que dos personas, completamente diferentes una de otra, logren entenderse, amarse, permanecer juntas, construir una familia, metas conjuntas, ideales, superen los malos momentos, afronten las crisis, se conozcan, se preocupen una por otra, busquen la felicidad del otro…?
Muchos se han dedicado a investigar qué es lo que hace que un matrimonio pueda permanecer junto y feliz a pesar de todas las diferencias. Se habla de muchos factores: comunicación efectiva y eficaz, metas conjuntas, conocerse, elegir bien, saber escuchar, expresarse libremente, respetarse, darse su espacio, entre otros.
Todo esto es verdad, pero debemos reconocer que no basta. No se trata solo de seguir algunos pasos para a construir un matrimonio feliz. Un matrimonio se construye día a día. Debemos reconocer que al ser dos personas completamente diferentes, los conflictos, los malos entendidos, los problemas, las frustraciones, las peleas, definitivamente van a estar presentes, como parte normal de la vida.
Hoy quiero compartirles una práctica que algunos matrimonios, amigos míos, llevan a cabo en su vida conyugal, que les ha ayudado a superar los momentos difíciles y a trascender muchas veces las dificultades.
Esta práctica es la de no irse a la cama enojados, sin pedirse perdón, no dormir molestos espalda con espalda.
Si han discutido, si se han herido, están disgustados, resentidos, dolidos, se han sentido incomprendidos, deciden –y repito, deciden, antes de dormir pedirse perdón. Pedirse perdón por lo que pueden, intencionalmente o no, haber provocado en el otro, por haber herido, por haber incomprendido, por no haber escuchado, por no haber respetado, por no haber amado hasta el punto que el otro se sienta amado. Este pedir perdón no significa necesariamente que el problema haya pasado, tampoco significa que le damos la razón al otro en relación a la discusión o que no vamos a trabajar en ese punto que es en ese momento conflictivo para nosotros. Significa principalmente que nos reconocemos dos y diferentes y por lo tanto susceptibles de enojarnos, de no comprendernos y hasta de lastimarnos; reconocer que nos importa más nuestra relación que nuestro orgullo, dejar abierta la puerta para el mañana. Para estos matrimonios significa hacer un pare, deponer el orgullo y no dejarse dominar por los sentimientos negativos hacia el otro. Es detener lo que Gottman llamó los cuatro jinetes del apocalipsis para los matrimonios: la crítica, el desprecio, la actitud defensiva y la evasión. Dejar claro que está acabando ese día y que mañana puede ser un nuevo día donde nos encontremos más dispuestos que hoy. Pedirse perdón cada día, despedirse uno del otro antes de dormir, desearse buenas noches, les ha permitido no llegar a herirse a un punto donde fuera muy difícil retornar y ejercitarse en deponer el orgullo uno frente a otro. Decidir pedirse perdón los dos es decidir que se puede volver a comenzar, y esto les ayuda a encontrar la manera de afrontar los problemas y resolver las diferencias que tienen, incluso si tienen que buscar ayuda para ello. Es también una manera de decir que si esa fuera la última noche de su vida, todos los aspectos positivos de su vida juntos han pesado más que los aspectos negativos de ese día.
Por ello, si tú piensas que pedir perdón es señal de debilidad, te digo lo contrario, es señal de fortaleza, de madurez, de autoconocimiento, es afrontar la ola que se viene no parado para que te revuelque, sino inclinando la cabeza para que pase sobre ti y puedas seguir en pie.
Así que si nunca lo has hecho, te invito a conversar con tu pareja y decidir practicarlo y ver luego los abundantes beneficios de esta práctica para tu vida matrimonial.